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Olas de Placer
Jun
El sol comenzaba a caer en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos naranja y púrpura. La playa estaba casi desierta. Solo el sonido de las olas y el murmullo del viento acompañaban a Lara y Marcos mientras caminaban descalzos por la orilla. Ella vestía un pareo semitransparente sobre su bikini rojo fuego, y él no podía dejar de mirarla con esa mezcla de deseo contenido y hambre salvaje.
—¿Y si nos alejamos un poco más? —preguntó ella, con una sonrisa traviesa.
Se internaron entre las dunas, donde la vegetación crecía alta y densa, ocultándolos del mundo. Allí, la arena era más fina, más cálida. Lara se volvió hacia él y, sin decir palabra, dejó caer el pareo, dejando a la vista su silueta recortada por la luz dorada del atardecer. El deseo le ardía en los ojos.
Marcos no lo pensó. La tomó por la cintura, la atrajo hacia sí y la besó con fuerza. Sus bocas se buscaron con ansias, como si el día entero hubiera sido un juego previo. Las manos de él exploraron su espalda, bajando hasta sus caderas. Lara gemía suavemente, aferrada a sus hombros, sintiendo cómo la temperatura subía más rápido que el ritmo del mar.
—Aquí no… —susurró ella, tentándolo—. ¿Y si alguien nos ve?
—Que miren —contestó él, con una sonrisa ladeada.
Con un movimiento ágil, ella se sentó sobre una toalla que habían traído, separando las piernas con descaro. Marcos se arrodilló entre ellas, besando su vientre, su cuello, sus muslos… hasta que ella soltó un jadeo y se aferró a su cabello. La lengua de él bailaba entre los pliegues húmedos de su intimidad mientras las olas rompían cerca, marcando el ritmo.
El placer crecía, y Lara se dejó llevar por la sensación, la brisa salada y el calor de la arena. Su cuerpo se arqueó cuando él la penetró con lentitud, saboreando cada movimiento. Lo que comenzó como un juego atrevido se convirtió en un encuentro feroz, crudo, irresistible.
Se movían al compás de las olas, de la tierra, del deseo. Jadeaban entre risas, mordidas suaves y gemidos contenidos. La naturaleza era su cómplice. El orgasmo llegó como un trueno suave, recorriéndolos al mismo tiempo, estremeciéndolos en lo más profundo.
Permanecieron abrazados, cubiertos por el último rayo de sol, sabiendo que esa playa no solo sería un recuerdo… sino un secreto que siempre encendería sus noches.
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